domingo, 22 de mayo de 2016

LA VERDAD DEL ARRESTO DE HORACE GOLDIN

Años atrás, mi amigo Horace Goldin, quién es sin duda el más grande mago en el mundo hoy por hoy, estaba actuando en el Hammerstein's Roof Garden en New York. Si su negocio había sido particularmente bueno o no, no puedo decirlo, pero siendo incapaz de viajar a través de la ciudad y guardar sus numerosos accesorios para disponer de ellos en cada momento, decidió comprarse un coche nuevo. No puedo opinar de un automóvil del que Goldin, en esta ocasión compró por una cantidad extremadamente cara y que era un coche muy veloz, con su chófer negro incluido. Lo hizo como una inversión.

Una noche, después de su actuación, se le pidió a Horace que  aceptará una invitación para cenar con el Gran Kellar. Y aunque el se sentía extremadamente cansado, el nunca fue un hombre que hería los sentimientos de otros si lo podía evitar. Aceptó la invitación y todo fue bien después de las tres de la madrugada antes de que él se fuera. 

Aunque el limite de velocidad en esta parte de New York era de 15 millas por hora, vio muy claro que era una carretera recta y, obedeciendo su intuición de llegar antes, le dijo al chófer que se diera prisa. El chófer pronto tuvo la aguja del cuenta kilómetros apuntando a 35 millas por hora. Pero ellos no fueron muy lejos antes de que fueran observados por uno de los muchos "policías" de la velocidad que estaban en la ciudad. Decir que Horace estaba enojado sería hablar a medias tintas. No obstante, el mantuvo la educación y la compostura y sabía lo que tenía que ver a continuación. Esperó de manera silenciosa mientras el policía sacaba su cuaderno y el lápiz.

"¿Cuál es su nombre?", preguntó el representante de la ley. 
"Goldin- Horace Goldin".
"¡Qué! ¿No es el mago?".
"Sí".

El policía bajó su lápiz.

"Dígame, señor Goldin", dijo el policía.
"Realmente siento mucho esto. No quiero multarlo por un montón de dinero. ¿Qué debo hacer?".
"Puede dejarme marchar", sugirió Goldin.
"¿No cree que es lo más práctico?".
"Efectivamente. Pero no puedo hacer eso. Como puede ver, Mr. Goldin, el inspector me ha visto como me acercaba a usted y le estaba multando. Usted estaba yendo a 35 millas por hora y usted lo sabe. ¿Qué le digo?", añadió como último comentario.
"Yo le diré que usted iba a 23 millas por hora. Ellos no harán salir esto a la luz. Pero tiene que venir a comisaría".

Viendo que cualquier documento podría ser usado en su contra, el mago volvió a su coche y dio instrucciones al chófer de seguir al policía a comisaría. Al llegar al destino, Horace fue llevado ante el inspector de la comisaría con la intención de pagar la multa.

El inspector escuchó en silencio mientras el policía hacia su declaración. Luego se giró hacia Goldin.

"Una fianza de 100 dólares hasta mañana por la mañana cubrirá esto", dijo.

En esos momentos Horace tenía solamente 98 dólares en su bolsillo. El ofreció dejar esto junto con un anillo con un diamante muy valioso el cual sobrepasaba la cantidad completa de la fianza.

El inspector declinó su oferta con un gesto conspicuo.

"Eso no es bueno", dijo. 
"No puedo aceptar una fianza de usted. Debe ser de otra persona".

Horace se mordió su labio en actitud perpleja. Eso fue por momentos como una olla hirviendo. Si el dinero no había sido pagado el debería permanecer la noche en una celda de la policía poco confortable. Pero de repente, un pensamiento brillante se le ocurrió.

"¿Qué ocurre si mi chófer lo paga?", preguntó.
"Eso puede hacerlo", contestó el inspector.

El mago se giró a su chófer de color el cual lo había acompañado dentro de la comisaría.

"Ahora Rastus", dijo.
"El inspector quiere 100 dólares. Tu debes pagar esto por mí" .

Los ojos del negro se abrieron como platos.

"¡El cielo nos ampare, jefe!", él exclamó.
"Yo no puedo conseguir 100 dólares. ¡No puedo conseguir nada!".

El chófer estaba diciendo la verdad y Goldin lo sabía. Pero el mago había tramado un ardid rápidamente por el cual él podría ser liberado de la custodia. Secretamente había escondido el fajo de dólares en su propio bolsillo y se giró hacia el negro.

"¡Venga, Rastus, venga!", dijo.
"Sé muy bien que tienes un montón de billetes en tu bolsillo. Paga mi fianza y demuéstrame tu amistad, permitiéndonos ir a casa".

Mientras él hablaba, cogió al otro hacia él por la solapa de su americana y lentamente insertó la pila de billetes dentro del bolsillo del chófer. 

"¡Ahora, venga!".

Y ahora fue cuando el negro lo miró estúpidamente. 

"Vamos adelante con esto. 100 dólares".
"¡Pero jefe!", dijo el incrédulo Rastus.
"Seguro que usted está loco. Ya le he dicho que yo no puedo conseguir ni un dólar. ¿Cómo voy a conseguir 100 dólares?. Si, usted seguro que está loco jefe. No puedo conseguir nada".
"Tengo la certeza de que tú los tienes, Rastus. Sencillamente tócate los bolsillos y sácalos, sé un buen tío".
"Esto no puede ser bueno, jefe", exclamó el negro poniendo su mano dentro del bolsillo de su americana. 
"Ya se lo digo".

El negro se paró de golpe cuando su puño se cerró alrededor del montón de billetes que Horace había colocado ahí unos momentos antes. 

"Bien, yo soy....".
"Yo sabía que tú tenías", dijo Goldin agradecido por el éxito de su estratagema.
"Sencillamente dale esto al inspector y ya nos podemos ir a casa".

Pero Rastus no fue tan fácilmente privado de su inesperado descubrimiento.

"Seguro, imagine que yo quiero todo esto, jefe", el dijo sonriendo de oreja a oreja.
"Yo quiero cada uno de estos dólares, yo los guardo y los quiero para algo muy especial, jefe".

Esta fue una sorpresa para la cual Horace no estaba preparado. De todas maneras, hablando entre ellos y prometiéndole que le volvería a pagar el dinero por la mañana, persuadió al chófer para que le diese los billetes al inspector. Él los tomó sin siquiera darle las gracias y los contó en silencio.

"98 dólares", dijo.
"Necesito 2 dólares más antes de que se puedan ir".

Otra vez la magia de Goldin vino en su rescate. 

"Déjeme contarlos", dijo.

Él contó la pila rápidamente y se las ingenió para sacar un billete de 2 dólares sin que se viera.

"Exactamente correcto", él acordó.
" Ahí hay solo 98. Dale al caballero 2 dólares más, Rastus".

Rastus sonrió de oreja a oreja.

"Usted ha cogido todo lo que yo tenía, jefe. A cogido todos mis ahorros para algo muy especial".
"¡Tonterías!. Tócate tu bolsillo otra vez".

El chófer vio como estaba escondido y sorprendentemente sacó un billete de 2 dólares.

"Se lo digo de verdad, jefe", dijo.
"Estaba seguro de que no tenía esto. Adivino que se lo debo".
"¿Todo correcto?. Paga al inspector y nos podemos ir a casa".

El dinero fue pagado y a Goldin le dieron un recibo de 100 dólares, aunque él realmente había dado solo 98. Recibiendo las instrucciones finales de acudir ante el juez temprano la próxima mañana, volvió a su coche y procedió su camino a una velocidad de 15 millas por hora.

Pero lo comedia todavía no ha finalizado. Al próximo día Goldin apareció en comisaría con la inestimable ayuda de su abogado para defenderse. A lo largo del caso, el policía se sentó en el estrado de testigos para hacer su propia declaración.

"Digame", dijo el juez.
"¿A qué velocidad iba Mr. Goldin?".
"23 millas por hora, señor".
"Ya veo. Yo supongo que usted lo adelantó rápidamente con su motocicleta. ¿No es así?"
"¡Oh, si, señor!", dijo el policía encantado de cumplir con su habilidad profesional.
"¿Cómo lo hizo usted para saber que Mr. Goldin estaba viajando a 23 millas por hora?".
"Por mi cuenta kilómetros. Esa era la velocidad que marcaba".
"Bueno. Pero, si usted estaba circulando más rápido que el coche, entonces el señor Goldin debería de estar circulando a menos de 23 millas por hora. Es de sentido común".

El magistrado estuvo de acuerdo, y a Goldin le devolvieron 100 dólares, con los costes adicionales por su persecución. Él siempre dijo que no había dinero que no hubiera ganado con más satisfacción que esos 2 dólares que la policía de New York tuvo que devolverle.

Relato extraído del libro: "SENSATIONAL TALES OF MYSTERY MEN." De Will Goldston.