jueves, 21 de mayo de 2020

EL CREDO CAPITALISTA

En estos tiempos que estamos viviendo, me ha parecido oportuno transcribir literalmente un apartado de la primera novela de Yuval Noah Harari llamada "SAPIENS, de animales a dioses" de la trilogía que algunos de vosotros conoceréis, de un capítulo que me ha parecido realmente significativo e interesante. Este apartado merece la pena ser leído con ánimo de reflexión de lo que es y puede llegar a ser la actual sociedad capitalista en Occidente.


EL CREDO CAPITALISTA


El dinero ha sido esencial tanto para construir imperios como para promover la ciencia. Ni los ejércitos modernos ni los laboratorios de las universidades pueden mantenerse sin bancos.

No es fácil entender el verdadero papel de la economía en la historia moderna. Se han escrito volúmenes enteros sobre la manera en que fundó estados y los arruinó, abrió nuevos horizontes y esclavizó a millones de personas, hizo girar las ruedas de la industria y condujo a cientos de especies a la extinción. Pero para comprender la historia económica moderna, solo necesitamos comprender una única palabra. La palabra es crecimiento. Para bien o para mal, en la salud y en la enfermedad, la economía moderna ha crecido como un quinceañero saturado de hormonas. Se come todo lo que encuentra a su paso y añade centímetros con más rapidez de lo que se tarda en contarlos.

Durante la mayor parte de la historia, la economía mantuvo aproximadamente el mismo tamaño. Sí, la producción global aumentó, pero esto se debió principalmente a la expansión demográfica y a la colonización de nuevas tierras. La producción per cápita se mantuvo estática. Sin embargo, todo esto cambió en la época moderna. En 1500, la producción global de bienes y servicios era del orden de unos 185.000 millones de euros; en la actualidad se sitúa alrededor de los 45 billones de euros. Y aún más importante, en 1500 la producción anual per cápita era de 400 euros de promedio, mientras que en la actualidad cada hombre, mujer y niño produce, de  promedio, 6.500 euros. ¿Qué es lo que explica este crecimiento prodigioso?

La economía es un asunto notoriamente complicado. Para hacer las cosas más fáciles, imaginemos un ejemplo sencillo.

Samuel Avaro, un astuto financiero, funda un banco en El Dorado, California.

A.A. Marrullero, un constructor con futuro en El Dorado, termina un primer trabajo de envergadura, y recibe el pago en metálico por la cantidad de 1 millón de dólares. Deposita esta suma en el banco del señor Avaro. Ahora el banco dispone de 1 millón de dólares en capital.

Mientras tanto, Juana Rosquilla, una cocinera experimentada pero pobre, piensa que existe una oportunidad de negocio: en su parte de la ciudad no hay una panadería y pastelería realmente buena. Pero no tiene suficiente dinero propio para comprar una instalación completa con hornos industriales, fregaderos, cuchillos y cacerolas. Se dirige al banco, presenta su plan de negocio a Avaro y lo persuade de que se trata de una inversión que vale la pena. Este le concede un préstamo de 1 millón de dólares, acreditando dicha suma en la cuenta bancaria de Rosquilla.

Juana contrata ahora a Marrullero, el constructor, para que construya y amueble su pastelería. Su precio es de 1 millón de dólares.

Cuando ella le paga, con un cheque contra su cuenta, Marrullero lo deposita en su cuenta en el banco de Avaro.

De modo que ¿cuánto dinero tiene Marrullero en su cuenta bancaria? Correcto, 2 millones de dólares.

¿Cuánto dinero en efectivo tiene en su caja fuerte del banco? Correcto, 1 millón de dólares.

La cosa no termina aquí. Como suelen hacer los constructores, a los dos meses de empezar las obras, Marrullero informa a Rosquilla de que, debido a problemas y gastos imprevistos, la factura por la construcción de la panadería y pastelería subirá en realidad a 2 millones de dólares. La señora Rosquilla no está en absoluto contenta, pero no puede detener las obras a medio terminar. De manera que efectúa otra visita al banco, convence al señor Avaro para que le conceda un préstamo adicional, y el banquero deposita otro millón de dólares en la cuenta de la cocinera. Esta transfiere el dinero a la cuenta del constructor.

¿Cuánto dinero tiene ahora Marrullero en su cuenta bancaria? Ha conseguido 3 millones de dólares.

Pero ¿cuánto dinero hay realmente depositado en el banco? Sigue habiendo solo 1 millón de dólares. En realidad, el mismo millón de dólares que ha estado todo el tiempo en el banco.

Las leyes bancarias estadounidenses actuales permiten que el banco repita este ejercicio otras siete veces. El constructor tendría al final 10 millones de dólares en su cuenta, aunque el banco sigue sin tener más que 1 millón de dólares en su cámara acorazada. A los bancos se les permite prestar diez dólares por cada dólar que posean realmente, lo que significa que el 90 por ciento de todo el dinero de nuestras cuentas bancarias no está cubierto por monedas y billetes reales. Si todos los cuentacorrentistas del Barclays Bank pidieran de repente su dinero, el Barclays se hundiría de inmediato (a menos que el gobierno se decidiera a salvarlo). Lo mismo ocurre con el Lloyds, el Deutsche Bank, Citibank y todos los demás bancos del mundo.

Esto se parece a un gigantesco sistema Ponzi, o piramidal, ¿no es verdad? Pero, si es un fraude, entonces toda la economía moderna es un fraude. El hecho es que no es un engaño, sino más bien un tributo a las asombrosas capacidades de la imaginación humana. Lo que permite que los bancos (y la economía entera) sobrevivan y prosperen es nuestra confianza en el futuro. Esta confianza es el único respaldo para la mayor parte del dinero del mundo.

En el ejemplo de la pastelería, la discrepancia entre el estado de la cuenta corriente del constructor y la cantidad de dinero que hay realmente en el banco es la pastelería de la señora Rosquilla. El señor Avaro ha puesto el dinero del banco en el activo, confiando en que un día dará beneficios. La pastelería todavía no ha horneado ni una hogaza de pan, pero Rosquilla y Avaro prevén que dentro de un año estará vendiendo diariamente miles de hogazas, panecillos, bollos, pasteles y galletas, con unos magníficos beneficios. Entonces la señora Rosquilla podrá devolver su crédito con intereses. Si en ese momento el señor Marrullero decide retirar sus ahorros, Avaro podrá darle el dinero. Así, toda la operación se basa en la confianza en un futuro imaginario: la confianza que la empresaria y el banquero tienen en la panadería de sus sueños, junto con la confianza del constructor en la solvencia futura del banco.

Ya hemos visto que el dinero es una cosa asombrosa porque puede representar multitud de objetos diferentes y convertir cualquier cosa en casi cualquier otra cosa. Sin embargo, antes de la era moderna esta capacidad estaba limitada. En la mayoría de los casos, el dinero podía representar y convertir únicamente cosas que ya existían en el presente. Esto imponía graves limitaciones al crecimiento, puesto que hacía muy difícil financiar empresas nuevas.

Consideremos de nuevo nuestra panadería. ¿Podría haberla obtenido la señora Rosquilla si el dinero solo pudiera representar objetos tangibles? No. En el presente, ella tiene muchos sueños, pero ningún recurso tangible. La única manera de que pudiera conseguir la construcción de la panadería habría sido encontrar un constructor dispuesto a trabajar hoy y a recibir el pago a algunos años vista, siempre que la panadería y pastelería empezara a producir dinero. ¡Ay!, estos constructores son una raza muy rara. De modo que nuestra emprendedora se encuentra en apuros. Si no tiene una pastelería, no puede hornear pasteles. Sin pasteles, no puede conseguir dinero. Sin dinero, no puede contratar a un constructor. Sin un constructor, no tiene pastelería.

La humanidad estuvo atrapada en este brete durante miles de años. Como resultado, las economías permanecieron congeladas. La manera de salir de la trampa no se descubrió hasta la época moderna, con la aparición de un nuevo sistema basado en la confianza en el futuro. En él, la gente acordó representar bienes imaginarios (bienes que no existen en el presente) con un tipo de dinero especial al que llamaron "crédito". El crédito nos permite construir el presente a expensas del futuro. Se basa en la suposición de que es seguro que nuestros recursos futuros serán mucho más abundantes que nuestros recursos actuales. Hay toda una serie de oportunidades nuevas y magníficas que se abren ante nosotros si podemos construir cosas en el presente utilizando los ingresos futuros.

Si el crédito es una cosa tan maravillosa, ¿por qué nadie pensó antes en él? Claro que lo hicieron. Los acuerdos crediticios de un tipo u otro han existido en todas las culturas humanas, y se remontan al menos hasta el antiguo Sumer. El problema en las épocas anteriores no era que nadie hubiera tenido la idea o supiera cómo usarla. Era que la gente raramente quería extender mucho crédito porque no confiaban en que el futuro fuera mejor que el presente. Por lo general, creían que las épocas pasadas habían sido mejores que su propia época y que el futuro sería peor o, en el mejor de los casos, muy parecido. Para expresarlo en términos económicos, creían que la cantidad total de riqueza era limitada, si acaso no se reducía. Por lo tanto, la gente consideraba que era una mala apuesta suponer que ellos personalmente, o su reino, o todo el mundo, producirían más riquezas dentro de diez años. Los negocios parecían un juego de suma cero. Desde luego, los beneficios de una panadería concreta podían aumentar, pero solo si Génova se empobrecía. El rey de Inglaterra podría enriquecerse, pero solo robando al rey de Francia. El pastel se podía cortar de muchas maneras distintas, pero nunca aumentaba de tamaño.

Esta es la razón por la que muchas culturas llegaron a  la conclusión de que amasar grandes sumas de dinero era pecaminoso. Tal como dijo Jesús:"Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos" (Mateo, 19, 24). Si el pastel es estático y yo poseo una porción grande del mismo, entonces debo de haber cogido la porción de alguien. Los ricos estaban obligados a hacer penitencia por sus malas obras dando parte de las riquezas que les sobraban a actos de caridad.

Si el pastel global mantenía el mismo tamaño, no había margen para el crédito. El crédito es la diferencia entre el pastel de hoy y el pastel de mañana. Si el pastel permanece invariable, ¿por qué extender crédito? Sería un riesgo inaceptable a menos que uno creyera que el panadero o el rey que nos pide nuestro dinero podrán robarle una porción a un competidor. De manera que en el mundo premoderno era difícil conseguir un préstamo, y cuando se conseguía uno solía ser pequeño, a corto plazo y sujeto a unas tasas de interés elevadas. De modo que a los emprendedores honrados les resultaba difícil abrir nuevas panaderías y los grandes reyes que querían construir palacios o emprender guerras no tenían otra elección que conseguir los fondos necesarios mediante impuestos y tarifas elevadas. Esto ya les iba bien a los reyes (mientras sus súbditos se mantuvieran dóciles), pero una criada de trascocina que tuviera una gran idea para una pastelería y deseara ascender socialmente solo podía soñar en las riquezas mientras fregaba los suelos de la cocina real.

Era una causa perdida. Debido a que el crédito era limitado, la gente tenía dificultades en financiar nuevos negocios. Debido a que había pocos negocios nuevos, la economía no crecía. Puesto que no crecía, la gente suponía que nunca lo haría, y los que tenían capital recelaban de extender crédito. La expectativa de estancamiento se cumplía.



Extraído del libro arriba mencionado: capítulo 16, páginas 336 a la 341 (ambas inclusive) y con ISBN; 978-84-9992-622-3.


Hasta el próximo mes amig@s.

Francesc-Amílcar Riega i Bello.