domingo, 21 de junio de 2020

EL ESPECTÁCULO DE LA ILUSIÓN






La publicación de El espectáculo de la ilusión coincide con la inauguración de la exposición Humo y espejos: La psicología de la magia en la Wellcome Collection. La exposición explora lo que la magia puede revelarnos sobre la mente humana, siguiendo un recorrido que va desde el llamativo apogeo del vodevil decimonónico hasta las exhibiciones de control mental propias del mentalismo practicado por célebres magos contemporáneos.

Ver a un mago hacer un truco provoca la sensación de que delante de nuestros ojos se está produciendo algo imposible. Las monedas desaparecen en el aire, los objetos atraviesan superficies sólidas, los escapistas se liberan de ataduras inquebrantables. Pero ¿qué tiene el truco de especial que lo hace tan atractivo?, ¿por qué resulta tan sencillo engatusar los sentidos?, ¿cómo influye nuestro sistema de creencias cuando nos enfrentamos a la magia?, y, la más desconcertante de todas estas cuestiones, ¿por qué, ante una explicación lógica muchos seguimos prefiriendo creer que está sucediendo algo considerablemente más misterioso?

En el transcurso de la historia, los magos han demostrado poseer una comprensión muy intuitiva del funcionamiento de la mente humana, y han sabido aprovecharse del exceso de confianza que tenemos un nuestros sentidos y el desfase que hay entre lo que creemos percibir (todo) y lo que percibimos en realidad (por necesidad, muy poco) para conseguir logros asombrosos en materia de magia y prestidigitación. Por el contrario, los científicos no han comenzado a apreciar el potencial de la magia como una potente herramienta para el estudio del desarrollo cognitivo hasta hace pocas décadas. Como demuestra la presente exposición, esta relativamente joven disciplina es el último hito de una historia que se remonta a la fascinación decimonónica por lo paranormal, que coincidió con el nacimiento de la ciencia como profesión y el apogeo de la industria del entretenimiento.

Los estragos de la guerra y las epidemias de finales del siglo XIX y comienzos del XX dejaron tras de sí una estela de pérdidas familiares que encumbraron el interés de las masas por el espiritismo moderno. Mucha gente acudía a sesiones espiritistas con la esperanza de comunicarse con los difuntos, y las nuevas técnicas fotográficas pretendían capturar apariciones fantasmales invisibles al ojo humano. Al mismo tiempo, la curiosidad insaciable que suscita lo desconocido llevó al público a acudir en masa a los teatros, donde los magos victorianos replicaban con enorme éxito fenómenos sobrenaturales en espectáculos tan populares como económicamente provechosos. Pero ¿qué pasa cuando los límites se desdibujan y quienes no reconocen ser magos usan la prestidigitación para el engaño, como se acusó de hacer a varios médiums de la época? Si el contexto cambia de mero artista que facilita la "suspensión de la incredulidad" a médium que crea la "declaración de fe", ¿cuáles son entonces las consecuencias y cómo han desafiado los magos tal cambio de paradigma?

A comienzos del siglo pasado los magos y los primeros investigadores de fenómenos paranormales unieron sus fuerzas para diseñar métodos de experimentación que permitieran comprobar la veracidad de los testimonios que se generaban durante las sesiones espiritistas. Sus investigaciones contribuyeron a enriquecer enormemente el incipiente corpus del conocimiento psicológico explorando cómo procesamos nuestras experiencias individuales al tiempo que cuestionaban por qué estamos tan predispuestos a atribuir erróneamente una procedencia paranormal a fenómenos inusuales. La aspiración de los magos de la época de desenmascarar el engaño durante las sesiones no se debía, necesariamente, al rechazo a las creencias sobrenaturales, sino más bien a un cometido moral que querían que instruyera e informara al público. Los experimentos y los desafíos de unos y otros despertaban interés en la audiencia, y era frecuente que los enfrentamientos entre médiums famosos, estudiosos de lo paranormal y magos populares ocuparan la primera plana de los diarios.

Entre los objetos que se muestran en esta exposición se incluyen impresiones de huellas en cera que supuestamente dejaban los difuntos durante las sesiones espiritistas, así como fotografías en las que se muestran los mecanismos de restricción que los magos aplicaban a los médiums para limitar sus movimientos durante los exámenes a los que los sometían. Los objetos expuestos dejan constancia del fuerte contraste entre el rigor de los experimentos científicos y el espectáculo visual de la sesión. Cuando los médiums comenzaron a adquirir reconocimiento internacional, el atractivo de sus espectáculos empezó a entremezclarse con la defensa de su autenticidad, y parece que fue precisamente esta combinación la que definía la esencia de la experiencia de las sesiones. El hecho de que estos acontecimientos paranormales pudieran percibirse como verdaderos al tiempo que se interpretaban como una función teatral arroja luz sobre la capacidad humana de racionalizar creencias tan aparentemente incongruentes. ¿Por qué, en ausencia de pruebas objetivas convincentes, o incluso con pruebas claras de evidencia delatora, persiste la creencia en lo sobrenatural?

Los profesionales que investigan para la Asociación de la Ciencia de la Magia de Goldsmiths, de la Universidad de Londres, se formulan estas mismas preguntas mientras exploran los fenómenos de desvío de la atención con una serie de experimentos que emplean las habilidades de los magos para captar la atención del público. tal y como explica este libro, mientras que los ilusionistas guían sutilmente nuestra visión hacia un objeto o un acontecimiento concreto para que otro nos pase desapercibido, los investigadores, que usan tecnologías de rastreo ocular, han descubierto que se nos pasan por alto trucos de lo más evidente incluso cuando los contemplamos directamente. Si tan fácil es que algo tan obvio nos pase desapercibido, ¿qué cabe esperar, entonces, cuando los magos utilizan métodos complejos para desviar nuestra atención y aprovecharse de nuestras limitaciones perceptivas? La meticulosidad de Tommy Cooper a la hora de planificar sus actuaciones sugiere que su apariencia y su comportamiento absurdo en el escenario constituían en realidad un mecanismo de engaño. De igual forma, de manera generalizada, el que los magos de sexo masculino eligieran ayudantes femeninas (asumiendo que estas no les harían sombra) garantizaba que, mientras el público se deleitaba con ellas, pocos sospecharan que los magos eran los verdaderos autores del truco que presenciaban.

En 2015, investigadores de la canadiense Universidad de McGill publicaron un estudio que titularon Explicación de un truco de magia en diferentes estadios vitales, que explora a qué causas atribuyen niños y adultos los trucos de magia y cómo la diferencia entre sus expectativas y sus presunciones sobre el mundo precisan de diferentes tipos de magia. Los científicos registraron que los niños suelen atribuir la explicación del efecto a un superpoder, mientras que los adultos intentaban explicar el truco usando un precario razonamiento científico o psicológico. Ahora que los mentalistas se esfuerzan por explicar trucos sencillos con argumentos pseudopsicológicos, ¿cómo va a resistirse su público a la seducción de este discurso?

La percepción del funcionamiento mental que ofrece la ciencia de la magia no solo ahonda en el estudio de la cognición humana, sino que también contribuye a aumentar la conciencia de lo susceptibles que somos al engaño. La figura del mago investigador fue crucial para la consecución de los objetivos de los primeros detectives de lo paranormal y esa incipiente disciplina académica que era la psicología. Como maestros del engaño, comprendían que este puede aliarse con la fe para crear relatos potentes, emotivos y convincentes. En esta época en la que la desinformación se esgrime como arma política, dicha percepción aún tiene un peso considerable.

Los equipos mágicos del siglo pasado que se exhiben en esta exposición -y en este libro- contienen muchos trucos idénticos a estos, lo que da a entender que la respuesta humana a la magia se mantiene constante a lo largo del tiempo. Es más, propone que comprender cómo se realiza un truco -o, lo que es lo mismo, aplicar la razón a la experiencia mágica- no tiene por qué ser incompatible con experimentar su efecto tal y como lo pretende el mago. La racionalidad y la irracionalidad no son contrarias, sino que mantienen una relación compleja, una relación que es el núcleo mismo de la experiencia humana. Los magos comprenden de manera intuitiva que el  modo en que recibimos la información afecta a lo que terminamos creyendo. Esta íntima y crítica lectura del comportamiento humano que hacen los magos es la que los capacita para crear ilusiones tan potentes y duraderas. 


Epílogo del libro "EL ESPECTÁCULO DE LA ILUSIÓN" de Matthew L. Tompkins. Editoral Siruela, año 2019. ISBN: 978-84-17860-40-0. Depósito legal: M-14900-2019


Hasta el próximo mes amig@s.

Francesc-Amílcar Riega i Bello.