jueves, 21 de septiembre de 2023

LO QUE SE NECESITA PARA SER PRESTIDIGITADOR

 No soñamos con competir con el difunto Robert-Houdin porque para alcanzar la habilidad de estos profesionales es fundamental practicar constantemente al mismo tiempo que renovar frecuentemente el repertorio. Nuestra intención nunca ha sido más que la de enseñar a nuestros lectores algunos trucos divertidos, realizados con aparatos que puedes preparar tu mismo o encargar a un artesano especializado. Sin embargo no basta con poseer el dispositivo, también es absolutamente necesario aprender a realizar el truco. Para ello ciertamente es bueno tener, como dicen, algunas provisiones, pero es aún más importante ser conscientes de la psicología del público y también de los medios que tenemos para actuar sobre el y engañarlo. Es de suma importancia sugerirle una acción en lugar de otra y esto puede hacerse con bastante facilidad. Generalmente no se comprende cual es la utilidad, e incluso la necesidad, de la charla con la que el prestidigitador asombra a sus oyentes. Que afirme con calida convicción la primera imposibilidad y siempre que tenga el tono necesario, incluso los más incrédulos estarán dispuestos casi instantaneamente a creerle. Daremos pronto el ejemplo del poder que puede tener para hacer reir a la plebe. Ni que decir tiene que ha de tener algunas habilidades para realizar prestigios, pero no nos exculpemos de nada, porque en realidad los prestidigitadores no se distinguen realmente por sus facultades extraordinarias desde el punto de vista de la destreza, a pesar de la etimología de la prestidigitación. En cambio, con un poco de ejercício y constancia, conseguiremos rápidamente las capacidades deseadas. Dos estudios se han ocupado precisamente de esta cuestión, muy interesante desde un punto de vista psicológico, y han sometido a estos embaucadores a un examen real, para comprobar si se distinguen o no por las extraordinarias cualidades que nos harán sentir tentados a atribuirles destreza. Hemos visto que no tienen una sensibilidad al tacto superior al de una persona promedio, igualmente, lo que científicamente se llama sus percepciones visiuales son promedio, lo que quiere decir más simplemente que no son capaces de ver un objeto de un grupo de objetos mucho más rápido que la mayoría de nosotros. Por otro lado, muy frecuentemente, los prestidigitadores se vuelven ambidiestros para este fin, se estudian a si mismos y logran ejecutar cualquier movimiento, tanto con la mano izquierda como con la mano derecha, además, tienen movimientos más rápidos que el común de los mortales. Pero se trata de resultados que se pueden obtener con perseverancia, al menos cuando se trata de trucos que tienen la posibilidad de estudiarse con tanquilidad.

Una vez más, lo que es necesario sobretodo es que el prestidigitador tenga en la mano a su público, por así decirlo, y que no les de tiempo para pensar, excepto: cuando le conviene o no hay incoveniente. Además debe inspirar plena confianza a sus espectadores. Por lo tanto, le tomarán la palabra cuando afirma que la clásica nuez moscada de antaño pasó de su mano izquierda a su mano derecha, mientras que permaneció perfectamente en su lugar. Si es necesario, muestra en el aire la nuez moscada que promete pasar de una mano a otra, o para alcanzar un cuenco donde finalmente se encontrará. El espectador sigue el gesto, y aunque no ve nada en particular, cree que es él el que se equivoca al no ver, al menos tendrá dudas y mirará bien al aire siempre que el mago tenga alguna autoridad en la voz. En ese momento, además, nuestro hombre aprovechará la atención distraída para ejecutar un movimiento oportuno, una sustitución por ejemplo, que tendrá el mejor resultado en la realización final del truco. Es bueno, incluso casi necesario, que el mago mantenga constantemente a su público en una atmósfera de magia, haciendo que las cosas que sucedan con suficiente rapidez para que ningún espectador tenga tiempo de pensar en la forma en que podrían haberse ejecutado. El primero, deseoso de como está de seguir al segundo. Entonces debemos darnos cuenta de que todos, incluso las personas más tranquilas y las que tienen la actitud mas positiva, sienten un verdadero placer al sentir que viven en el dominio de la ilusión. Añadamos que cualquier prestidigitador se beneficia de la reputación de quienes han cultivado la profesión antes que él, estando el público convencido de que con artificios, por supuesto, pero que no se pueden captar al menos de que se este iniciado, se obtienen los resultados más fantásticos.

Dijimos antes que a menudo el mago pide al espectador que siga en el aire el pase de un objeto que el evita, pero este es un principio mucho más general que siempre el ilusionista, incluso  cuando no dice una sola palabra, y solo utiliza sus gestos. Por su actitud, por su mirada, consigue dirigir la mirada y la atención de los espectadores hacia el punto donde esa atención y esas miradas le molestan menos, precisamente donde en realidad no pasa nada. La mayoría de las veces hemos indicado a nuestros lectores, es decir, a nuestros alumnos, el gesto, el movimiento que conviene hacer para desviar la atención del oyente. Es una medida particularmente útil para un neófito, que no siempre tiene la velocidad de movimiento deseada y que por tanto, necesita miradas indiscretas para no centrarse demasiado en el accesorio que tiene en la mano. Y no olvidemos el argumento de la varita, del que el embaucador más experto casi nunca prescinde. En definitiva, la evocación es un arte dramático, el prestidigitador es un actor que hace bien en estudiar sus trucos delante de un espejo, para asegurarse de que al retirar una moneda, por ejemplo, que se supone que debe pasar de su mano izquierda a su mano derecha, esta tenga la apariencia y sujección de una mano que recibirá una moneda en su palma.

Lo que es muy curioso de notar, sobre el verdadero placer que siente el público en general a dejarse engañar, y lo que se reconoce perfectamente como demostrado, es que los ignorantes son mucho más difícil que un trompetista, en materia de prestidigitación, que el hombre atrae por que desea en cada truco como una especie de un rompecabezas contra su inteligencia, mientras que el hombre inteligente llega a disfrutar dejándose engañar.

El resto, dijo un estafador y es muy cierto, los hombres más versados en ciencia, cuando quieren intentar explicar un truco, se pierden en las hipótesis más complicadas, no pudiendo imaginar que las cosas suceden tan simplemente como son en realidad. Tampoco creen que el escamotear pueda perfectamente desviar su atención por medios tan elementales como acabamos de indicar brevemente. Poner nerviosa a la multitud de espectadores en una sala de prestidigitación, será una buena lección que les mostrará cual es la influencia del habla y el gesto, tan pronto como el prestidigitador comience a hablar, todas las miradas se dirigirán hacia su rostro, y entenderemos que entonces sus manos están bastante libres para hacer un poco lo que quieran, incluso actos que serían inmediatamente notados por quien se esforzara en no apartar la mirada de las manos de nuestro hombre, lo que aumenta la dificultad de captar sus movimientos más importantes; como los que exige una sustitución, es que, naturalmente, se cuida de no anunciar exactamente lo que sucederá y que el público llega a conceder importancia a una acción que no la tiene. Añadamos también que el prestidigitador, precisamente por la baguedad que deja en el anuncio de su truco, siempre se reserva la posiblilidad de modificarlo en algún momento de la ejecución. Para ello necesita presencia de ánimo, señalar para desmontar y si no logra tal o cual cosa es necesario que, en el tono más natural, le indique que efectivamente este no es el punto interesante del truco.

Hay algunos de estos principios que conviene recordar y poner en práctica, como el que acabamos de indicar, y que consiste en no decir de antemano que vamos a hacer exactamente, y también es muy importante no repetir nunca, un truco dos veces en la misma sesión de prestidigitación, porque los espíritus están advertidos, el espectador ya no se distraerá como debe, y pondrá toda su atención para buscar el truco. No empieces de nuevo a menos que sea necesario y si tienes dos formas de realizar el mismo truco, porque entonces evidentemente, las ideas del público solo pueden ser ocultadas por ese nuevo método. Nunca des ninguna explicación, por falsa que sea, haces desaparecer el encanto de lo comprensible y lo misterioso. Busca siempre el mayor público posible, porque en primer lugar, con un número reducido de público, el prestidigitador está mucho más expuesto a las preguntas, e interrupciones, que a menudo le avengüenzan y que, sobretodo, le impiden sus efectos, como suele decirse, obstaculizan su acción sobre el público, teniendo este último un poco de tiempo para recuperarse.

Antes de terminar, daremos este ejemplo que anunciamos anteriormente, y que muestra como estamos tentados a creer siempre que el prestidigitador puede lograr los resultados más improbables, incluso cuando los hechos son obvios y contradicen sus afirmaciones. El grabado adjunto representa un lápiz de tres colores que actualmente comercializan algunos vendedores de aparatos de magia y que se presenta bajo una apariencia misteriosa, que recuerda ciertas disposiciones más o menos complicadas de un aparato eléctrico. También se le llama lápiz eléctrico por su extremo cilíndrico rodeado de papel, que parece una especi de montón y en el que está inscrita en tres idiomas el maravilloso estilo del lápiz. De lo que hemos llamado parte principal del conductor eléctrico, como las de las campanas, que se rodean de la madera del lápiz mediante el roce sobre la envoltura del papel metálico. Este sobre metálico está inclinado en tres colores, rojo en la parte superior, blanco en el medio y en la parte baja y la explicación impresa te dice: al colocar el cable en el enchufe o ladrón deseado, puedes escribir rojo, blanco o azul. Este pequeño instrumento resulta bastante imponente, en el sentido de que parece basado en alguna aplicación de electricidad: tanto más cuanto que bajo el papel que lo recubre se siente un hueco trabajado en parte de su longitud, y que parece tener un propósito. Entrega el instrumento a cualquiera y pídele que escriba en el color que quiera, simplemente moviendo el bucle de cable eléctrico para llevarlo al color elegido. Lo intentará con toda confianza, impresionado como esta por esta apariencia científica, y también convencerá, como decíamos, de que el prestidigitador llega a todo lo que se le ocurre. Aquí intenta escribir en dos colores diferentes; pero en realidad es siempre la mina del lápiz la que escribe en color mina, en un tono que hemos elegido bastante pálido; mira, examina y su espíritu permanece en la duda: esta convencido de que por ejemplo, las primeras líneas que ha dibujado deben tener un color azulado y las segundas deben ser rojas. Y para mantener su ilusión y hacerle creer nuevamente que se equivoca, basta que el prestidigitador le quite el lápiz de las manos y le diga que no siguió las instrucciones dadas, que de otro modo seguramente habría escrito las palabras azul, rojo o blanco. Y quedará absolutamente asombrado cuando le mostremos que se han burlado de él y que el prestidigitador, cogiendo a su vez el lápiz, se limitará a escribir las palabras rojas, blancas o azules: esto responde completamente a lo anunciado a las instrucciones.

Trilingüe, pero en realidad no constituye más que un burdo engaño. Y sin embargo, el desgraciado desconcertado estaba convencido de que esta escritura tricolor iba a hacerse realidad porque estaba impresionado por la puesta en escena y muy dispuesto a creer posible la realización de la maravilla anunciada por el prestidigitador.







Texto extraído del libro: "LES SECRETS DE LA PRESTIGITATION", por St. J. de l'Escap.


Frase del mes: 

"No hay nada tan obnubilante como la propia verdad" (Arturo de Ascanio)


Sinceramente,

Francesc Amílcar Riega i Bello


Hasta el proxímo més amig@s